Vuelvo a ser oveja
Vuelvo a ser oveja.
No por petición,
tampoco por consuelo.
Ni siquiera por refugio.
Rompí con mi camino;
el de querer ser pastor.
Yo, qué tan poco anduve,
quise bien salir
de ese protegido charco
que una y más veces pisé
con mis sinceros pies…
descalzos, desnudos y frágiles.
En sus chanchas aguas
por mi cuenta me metí…
Pero ¡qué poco obtuve!
Pues apenas batuta moví.
Mas no eran manos tendidas
las que me arrimaron,
sino palos y zancadillas.
Ni cruz de guía, ni mando;
fe alguna no hubo en mí.
Tiempo al tiempo robé,
tiempo al tiempo añadí,
y más tiempo se me fue…
Solo a mí me hice daño.
Empeño tras empeño,
tropiezo tras tropiezo,
cardenales de perros…
y a los míos abandoné;
todo fue por el rebaño.
Mal amigo, mal pastor;
en eso me convertí.
A mi paso se producían
los acallados balidos
de los cobardes transeúntes,
secos, bajo sus paraguas.
Ciertamente la aborrecí;
la cueva no es pa mí.
Pa mí; la palabrería,
pa mí; el negocio y la colina,
el subir a la montaña
pa tropezar una y otra más.
Quince palos llovieron.
Los lobos siempre al acecho.
El cordero rebelde e infiel
se resiente de su dolor.
Vuelvo a ser oveja,
Y no es por convicción.
Nada me condujo a ello,
solamente fue el tedio;
el que no supe bien llevar.
Sí, vuelvo al interior,
y vuelvo a ser oveja.
Oveja de lana negra…