PALABRERIA

El desafortunado club ciclista

 

¡No veas! La cosa está que trina. ¿Recuerdas cuando meses atrás te conté que asaltaron el club de los ciclistas y se llevaron todas las bicis y achaques?

 

 

Te dije que estas pobres criaturas se sintieron más que ultrajados. Con lo único que se quedaron fue con un almacén vacío que contaba con ese cartel «Club ciclista los desafortunados» encima de la puerta externa donde mostraba el nombre del club. Y poco más. Como anillo al dedo le viene el nombre. ¡Ya te digo! Todo el interior quedó vacío y nadie hizo una pizca por recomponerlo, ni por ayudarles. Solo los socios.

¡Bueno! ¡Sí! Hubo alguno en el barrio que colaboró un poco. Sin embargo, fue algo nimio y apenas sin importancia.

Y luego están los malditos locales. O aquellos, los nacionales. Ni los unos ni los otros hicieron el mínimo esfuerzo por ayudarles, dieron carpetazo a la investigación sin apenas miramiento. ¡Dios! ¡Qué poca empatía tienen ambos cuerpos! No serían capaces de ensuciar un plato con sus buenas acciones. Y eso que no solo le robaron una vez. Fueron muchas más.

¿Qué por qué te lo cuento? ¿En serio? ¿No te has enterado?… ¡Ya veo! ¡No te has enterado! Al menos sabrás…

Verás, el club de los desafortunados ciclistas… ¡Sí, bueno! Ya sé que no es así, pero qué más da; tanto monta, monta tanto. ¿No? El club estaba… está situado justo una calle por detrás del almacén del equipo profesional de ciclismo de la ciudad. Y resulta que esta vez los cacos los han pelado a ellos.

No es que me haga gracia. Es algo de mal gusto que entres en tu local y salgas con lo puesto. Conozco el dolor, la rabia y la impotencia que se padece. Pienso en ello y creo que es lo mismo que sentí yo cuando me robaron el móvil por la calle.

¡Sí! ¿No te lo conté? Fue hace… ¡qué más da!  Eran las 9:20 de una noche de invierno. Paseaba por Cuidad Jardín después de haber terminado mi jornada laboral e iba hablando por el dispositivo. Y pasó el hijo de perra ese, el caco, ¡cualquiera sabrá!…

En fin, no fue por el valor del dispositivo, sino por lo que llevaba en él. Perdí muchas fotos de mi Hugo, y muchos de sus vídeos. Me sentí mal, muy mal. Aún, cuando pienso en ello, me entran deseos de atraparlo y estrangularlo. O actuar como lo hacía Charles Bronson junto a su amigo Willy en «el justiciero de la noche», u otra de sus películas.

La cosa es que sufrí esa misma impotencia que ahora los ciclistas profesionales sentirán. Y también la que sintieron los desafortunados. ¡Yo sí que sé lo que es la empatía! ¿Comprendes?

¡Ah, la policía! Acudí a los nacionales, en la Cruz del Campo. Y me pasó igual que a los desafortunados: cero patatero. Recuerdo que me preguntaron si había cámaras por la zona. Le dije que sí al poli que redactaba mi denuncia. Y luego le pregunté si harían algo. Nada, solo redactar la carta para que yo la firmase. Creo que se rio en mi cara.

¡Yo qué sé! La justicia está montada así. No me preguntes más por ello.

A lo que iba, sé que sintieron los del club «los desafortunados». Y sé lo que sienten los profesionales. Pero, lo que no me entra en la cabeza es como ahora toda la ciudad ha puesto el grito en el cielo porque le robaron a los del equipo profesional. ¡Sí! Lo han dicho ya varias veces en la radio. ¿Y sabes qué es lo peor? Qué la policía ya ha abierto una investigación.

¡Sí! Los del club están que trinan. A ellos no le prestaron atención ninguna. Bueno, la misma que me prestaron a mí cuando me robaron el móvil. Te lo acabo de contar, ¿no? ¡Pues eso! Total, como te decía; resulta que en la radio se han hecho eco de la situación y ya hay varias empresas y asociaciones vecinales que van a sufragar ciertos gastos para ayudar a los profesionales. Y eso sin contar que estos profesionales federados reciben fondos públicos y los patrocina una empresa. No te sé decir, pero creo que una del sector energético: Los trajes, las zapatillas, las gomas. Y creo que hasta las bicis, los fisioterapeutas, y hasta las dietas.

¡Esa es la cuestión! Está mal que les roben. Por supuesto que sí. Sin embargo, estos profesionales son más que pudientes. No hablo de sus bolsillos, sino del de sus patrocinadores. ¡Ya te conté!

¡Claro! A ti no te interesa esto. Pero no olvides que tú perteneces a un club motero. El día que a esos cacos les dé por cambiar de calzada ya me dirás.

La cosa es que a los profesionales todo el mundo les quiere ayudar. Y al club de los desafortunados ni un maldito párrafo en la prensa local, ni en ningún otro medio de comunicación. Y eso que se movieron, y mucho. Si es que hasta fueron a hablar con el alcalde, con el ministro del interior. Incluso con el defensor del Pueblo. Y hasta enviaron una carta al presidente. Pero nada de nada.

Y ahora salen todos (esos cargos públicos que acabo de mencionar) defendiendo a los profesionales, cuando por los desafortunados no movieron ni un solo dedo. Son unos oportunistas, ¿o no?

Imagina que en vez de ser ese club de aficionados, fuera el tuyo. Imagina que es eso mismo que me cuentas de tu equipo de futbol, cuando afirmas que los grandes siempre ganan porque el trío arbitral está de parte de ellos. Imagina que hacen el asalto en el local de ensayo donde tienes tu guitarra. Imagina que entran en tu casa, como okupas, y se quedan allí, sin que nadie mueva un dedo. Pero cuando estos okupas invaden una propiedad pública o alguna en manos de los bancos o algún fondo buitre… Imagina que es cosa de guerra…

¿Qué que tiene esto que ver con la guerra? No sé, ¡dímelo tú! Yo ya te dije que empatizo con ambos grupos, con el de los aficionados y desafortunados y con el de los fantásticos profesionales. Con lo que no comulgo es con ese otro grupo; el de los oportunistas. Y esto, en cuanto a asuntos bélicos se refiere, es lo que viene pasando con Yemen desde hace varios años. Pero les pasó como a los desafortunados. Y ahora todo el mundo habla de los profesionales sin tener en cuenta a los anteriores…

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